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Robin, llamado Dick Grayson, llegó el último a una familia llamada "The Flying Graysons" y, como el resto en su casa, se dedicó al mundo de las acrobacias en su propia compañía de circo. El joven destacaba por su gran destreza en el trapecio y, por ello, todo el mundo le conocía como "el chico maravilla". Era un auténtico espectáculo ver volar al petirrojo. Todo iba lo bien que le podía ir a una familia circense cuando, en un golpe de mala suerte, un gánster llamado "Tony" Zucco mató a los padres de Robin en pleno atraco a su circo, dejando al joven huérfano y solitario. Entonces, apareció Bruce Wayne, alias Batman. El caballero oscuro se encargó de investigar el crimen y, nada más conocerle, adoptó al joven Robin. Pronto comenzó a entrenarle física y mentalmente para convertirlo en su ayudante. La primera misión estaba servida: investigar el caso de la muerte de los padres y atrapar al asesino. Y, juntos, lo consiguieron. Desde entonces, no hay Robin sin Batman ni Batman sin Robin. Su ayudante, su acompañante, su amigo y su confidente. Ese es Robin. Por todo eso, somos Robin. Nos identificamos con lo que representa el personaje. No hemos trabajado en el circo, pero somos ágiles. Hemos entrenado duro y, sobre todo, hemos aprendido a ser ayudantes. Si en el cómic no hay Robin sin Batman, aquí no existiríamos sin ti. A las técnicas de pelea les llamamos creatividad en la comunicación y pasión por el detalle. Rescatamos la esencia del chico maravilla para llenar de color la monotonía del día a día y superar las misiones que se nos pongan delante.
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